Un año antes que se realizaran los JJOO Tokio 2020, la clasificada por Chile en la disciplina de Taekwondo Fernanda Aguirre, entrenaba en su casa debido a que los protocolos establecidos por la autoridad sanitaria así lo señalaban. Posteriormente, un permiso especial abría las puertas para permitirle volver a su lugar de entrenamiento, a ella y a su equipo de trabajo.
Quedaban solo meses para la gran cita y había que optimizar los tiempos y afinar cada detalle; “debemos hacer cada día el mejor trabajo de nuestra vida” era nuestro eslogan.
Lo primero que definimos era que cada acción que ejecutásemos debía estar absolutamente interrelacionada con las de las otras áreas, de modo que el área médica revisara a diario e informara el desempeño sanitario, el psicólogo observara en cancha y analizara cada gesto y cada comportamiento, el analista hiciera registro desde diferentes ángulos de todo lo posible, los sparrings, con sus diferentes pesos y envergaduras, preparando cada cual combates específicos, el evaluador midiendo cada parámetro posible, el preparador físico asignando y adaptando cargas de acuerdo a lo que el combate requiere y el entrenador revisando 1000 veces, analizando otras 1000 veces, corrigiendo, modificando, asignando tareas, construyendo y reconstruyendo cada vez. Sacando lecciones, no estando conforme, pues de eso se trató, de no sentir nunca que estábamos OK.
Cada día el equipo se reunía, discutía y proponía nuevas acciones y/o correcciones a la planificación y los contenidos, y de común acuerdo partíamos a trabajar en “el mejor entrenamiento de nuestras vidas”. Efectivamente esto fue un CUERPO técnico en que todos interrelacionábamos para cubrir cada detalle. El cerebro era Fernanda, la que movilizó este cuerpo y la que nos hizo caer en cuenta algo que ahora, a la distancia, suena de perogrullo; EL CEREBRO ES QUIEN MUEVE TODO.
Se comenzó de nuevo, esta vez considerando que debíamos actuar sobre el cerebro de Fernanda; estimulándole, exigiéndole, entrenándole. Para ello incorporamos diferentes herramientas que nos ayudaran a cumplir este objetivo; programas de estimulación para reacción simple y compleja, lentes estroboscópicos, oclusiones variadas y la herramienta MCA. A estos sumamos cargas para multifuerzas como plantillas y chalecos lastrados.
Desde ahí el progreso fue veloz, eficiente y óptimo. Mejoró tanto los tiempos de reacción como los de ejecución en casi un 50%, ganó en confianza y seguridad, consiguió importantes niveles de rendimiento físico y obtuvo su peso ideal sin mayor esfuerzo…. el resto; otra historia.
Aparentemente el rugby Seven difiere del 15 solo en el número de jugadores y el tiempo de juego (que es lo reglamentario), sin embargo las diferencias son muchas más y sobretodo, mayores. En primer lugar el jugador de Seven debe ser especialmente potente y tan resistente como para soportar este alto esfuerzo durante todo el partido, lo que se explica entendiendo que la velocidad no es una cualidad que permita soportar durante tiempos prolongados el mismo nivel de calidad técnica. Efectivamente, el Seven requiere un jugador veloz tanto en los desplazamientos como en lo gestual, pero particularmente en la toma de decisiones, la que tal como la respuesta física sufre un decrecimiento en el nivel de calidad.
Entonces resultaría imprescindible optimizar la toma de decisiones, o dicho de otro modo, mejorar y acelerar los procesos de percepción, atención, memorización, neurotransmisión, análisis, y respuesta.
Esto comenzó en 2015 cuando se propuso a la selección nacional de Rugby Seven incorporar en sus entrenamientos estímulos perceptivos que apuntaran a mejorar no solo la atención y concentración, sino también la reacción frente a estímulos complejos, y consecuentemente la denominada “toma de decisiones”. Para esto se configuró un programa con imágenes concretas de jugadas de rugby frente a la cual los jugadores debían reaccionar respondiendo con gestos técnicos predeterminados. Posteriormente se medía el tiempo entre la aparición del estímulo y el momento de la respuesta. Los resultados fueron tan evidentes respecto al efecto del entrenamiento perceptivo-cognitivo que se hizo parte permanente de los contenidos del proceso.
Los resultados quedaron a la vista.